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Jun 2019
MUERTE Y VIDA DE LAS GRANDES CIUDADES
Aunque fue un par de años a la Universidad de Columbia, Jane Jacobs se formó por las calles. Desprejuiciada, “perdiendo el tiempo” y anotando lo que veía: “Fui un tiempo a una asignatura de Sociología y me pareció una idiotez”, apunta en la entrevista. En Canadá, Jacobs se dio cuenta de que “los estadounidenses no se creen de verdad que haya otros lugares tan reales como Estados Unidos”, de ahi la importancia de la comunicación urbana y la participación ciudadana en las cuestiones de crear ciudad.
Mi ataque no se basa en sutilezas sobre los diferentes métodos de edificación ni en distinciones quisquillosas sobre las modas actuales o en proyecto. Es, más bien, un ataque contra los principios y objetivos o fines que modelan la moderna y ortodoxa planeación y reordenación de las ciudades.
Pocas personas han hecho más por el activismo ciudadano que Jane Jacobs. Y pocas conocen tan bien su capacidad de cambiar las cosas como la dificultad de hacerlo. En 1950, ella misma recogía firmas para impedir que una carretera atravesara Washington Square. Pedían firmas entre quienes se sentaban al sol, jugaban allí con sus hijos, leían un libro o paseaban a perros. El caso es que muchos de los ciudadanos que usaban la plaza rehusaron firmar la petición de salvarla. Estaban convencidos de que firmar la petición podría resultar peligroso. “Fue en esa época cuando aquel extraño temor lo invadió todo, pero también recuerdo cuando se disipó, estando en plena lucha por salvar un barrio”.
Jacobs terminó nacionalizándose canadiense porque no le parecía normal no poder votar ni participar en las decisiones del lugar donde vivía. La relación con Mumford acabaría en discusión. Dos años después de la carta, en 1960, ella había terminado su inolvidable libro. Vería la luz un año después. Y Mumford, un hombre que, según Jacobs, cambiaba de carácter volviéndose ansioso al entrar en Nueva York, pasó a defender la ciudad jardín, la idea de vivir cerca de la ciudad con los beneficios del campo, una utopía para Jacobs que ni cuidaba la ciudad ni protegía el campo.